LA MARAVILLOSA LIBERTAD DE ESCOGER
La libertad
es uno de los derechos más emblemáticos e intrínsecos del ser humano por el que
ha tenido que luchar durante siglos, pero más allá de su connotación
simbólica, la libertad es una facultad
natural del hombre para hacer legítimamente aquello que lo conduzca a los
propósitos de su vida.
A menudo nos
estamos enfrentando a procesos de elección entre dos o más posibilidades, el
escoger desde un yo íntimo y optar por
aquello que nos hace sentir conformes,
complacidos y contentos, en otras palabras aquello que nos acerca más a la
felicidad, nos demuestra el más profundo sentido de libertad.
La acción de
elegir involucra un conocimiento de las aspiraciones, una validez de las
convicciones, una seguridad de saber lo que queremos y perseverar por ellas, lo
que refleja el grado de responsabilidad que tenemos frente a nosotros mismos,
pues en la medida que nos preocupemos de brindarnos una buena calidad de vida, así será el grado
de compromiso en la entrega de los afectos y los afanes del diario vivir.
Somos libres
cuando en medio de un universo de posibilidades, seleccionamos aquello que
creemos es mejor para nosotros y también
cuando habiendo sólo una posibilidad frente a la nada, apostamos igual por ella hasta alcanzarla,
ese es el ejemplo más fehaciente de estar siendo protagonistas de nuestra vida,
no podemos vivir la vida que quieren los demás o por complacer a los demás.
Cada uno vive lo suyo desde su propia historia y perspectiva en el marco de la
libertad con el que nace todo ser vivo.
Las
experiencias son únicas, individuales e intransferibles, en tanto, el tiempo es
lo único que se pierde de manera irreversible, siendo un elemento importante al
momento de las decisiones.
En esta
maravillosa libertad de escoger surgen los derechos y obligaciones que tenemos
frente a este principio, el derecho a
pensar libremente y la obligación de respetar el pensamiento del otro por
distinto que éste sea. Alguien dijo por ahí que nuestros derechos terminan
donde empiezan los del otro, premisa válida también ante la libertad que
tenemos de escoger en donde somos entes activos y protagónicos de nuestra vida.
Dice Jaime
Barylko en su libro “Vivir y pensar” “Hay una cultura, la abierta, la del uno
mismo, del crecimiento, que es rampa de lanzamiento para la aventura personal y
creadora. Hay una cultura de la cueva, del que vive acurrucado, tipo feto, y se
le inyecta en la boca el alimento. Usted elige.”